Cuando tienes abierto muchos frentes de combate corres el
riesgo de equivocarte en el desarrollo de la estrategia…nadie está exento de
ello.
La perspectiva con la que lo encares es crucial para que no
haya daños colaterales.
No sé si es porque estas fechas me infieren determinado
aumento de la sensibilidad o sencillamente porque las cosas tienen su momento. Lo
que sé es que ayer me di cuenta el daño colateral que puedes llegar a producir
cuando no quieres ceder en la batalla…y lo peor, tedas cuenta cuando en otras
ocasiones sí utilizas el doble rasero para medir determinadas actuaciones.
Darte cuenta que, en cierto, modo es imposible mantener una inamovible línea…aunque
lo sabes y con los años lo asumes, que la línea recta puede ser el camino más
corto pero no el más aconsejable, se produce una paradoja que genera disonancia
con tu manera de pensar…¿Cuándo hay que
utilizar esa “hipocresía” para conseguir eliminar precisamente la misma?.
Los pensamientos idealistas están muy bien…el sectarismo, no…pero
¿Qué ocurre cuando afecta a las personas que te importa?...¿eres claro aun a
riesgo de todo?...¿aun a riesgo de que parezca lo que no es?....¿aun a riesgo
de que esa “cabezonería” afecte a los demás?...o por el contrario…¿dejas de
actuar como te pide tu espíritu indomable?...es decir..¿Acabas haciendo lo que estratégicamente
sabes que te están obligando a hacer con determinadas argucias?..
La
famosa historia del Rey Salomón; la disputa entre dos mujeres, el hijo de una
de las cuales había muerto; ambas decían ser la madre del niño vivo.
Ésta afirma: “Mi hijo
es el que vive y tu hijo es el que ha muerto”; la otra dice: “No, el tuyo es el
muerto y mi hijo es el que vive.”»
Y añadió el rey:
—Traedme una espada.
Y trajeron al rey una
espada. En seguida el rey dijo:
—Partid en dos al niño
vivo, y dad la mitad a la una y la otra mitad a la otra.
Entonces la mujer de
quien era el hijo vivo habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por
su hijo), y le dijo:
—¡Ah, señor mío! Dad a
ésta el niño vivo, y no lo matéis.
—Ni a mí ni a ti;
¡partidlo! —dijo la otra.
Entonces el rey
respondió:
—Entregad a aquélla el
niño vivo, y no lo matéis; ella es su madre.
Desgraciadamente, hay veces en las que matamos al niño por
la sencilla razón de que no queremos que la injusticia gane…lo que nos lleva a
perder doblemente ya que una vez cortado el niño, no hay posibilidad de marcha atrás…una
victoria ciertamente amarga que además te estigmatiza irremisiblemente…
Situaciones así, el tiempo, los recuerdos…la personas que te
importan…demasiados elementos que te debilitan, que debilitan tus argumentos
porque a veces te pueden obligar a renunciar a determinadas formas de actuar…te
obligan ceder al niño para que viva, y eso, cuando tu forma de actuar, de
pensar, destaca precisamente por un aguerrido, indolente, y rebelde sentido de
la justicia, te genera disonancia cognitiva…mucha y difícil de gestionar.
Ayer me di de bruces con ello…y doblemente: primero, porque
llevo 21 años divagando entre creer lo que me dice el corazón sobre ese “más allá”
esotérico y lo que me dice la lógica física de eso de que solo existe algo
cuando se puede demostrar tangiblemente…y segundo, porque fui consciente de una
manera inesperada de que el pasado verano decidí “que mataran al niño” con tal
de que los golfos e hijos de puta no se quedasen con el…y eso, insisto, es muy difícil de
gestionar.
Tambien va a ser difícil de gestionar, de ahora en adelante, muchas
cuestiones…aunque a nivel sindical creo que he conseguido equilibrar la línea entre
la gestión ideológica y la gestión efectiva, la cosa se complica por la otra vía…como
me pasa con alguien muy especial desde hace 21 años, asimilando aprendizajes cuando ya
el profesor no está para verlo y sentirse orgulloso de su obra…Demasiado injusto para aceptarlo...y en esto, tambien soy quien se ha llevado al niño que no me pertenecia y lo he disfrutado sin ser consciente del daño...
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